… Además de por sentirme extraña cuando veía a mi familia paterna, me costaba muchísimo ir porque por aquel entonces no le tenía demasiado cariño a mi abuela. Quien me conoce sabe que a día de hoy la adoro y que es una de las personas que lo sabe todo de mi, pero por aquella época iba a su casa porque sentía que tenía que ser así y porque mi madre nos pedía que fuéramos. Digamos que con el divorcio de mis padres, mi abuela cometió el fatal error de posicionarse. Mi abuela solo vio lo que mi padre quiso mostrar y eso la llevo a comportarse de manera un poco irracional e infantil.

Lo peor de todo no es que se equivocase, porque creo que lo hizo y el tiempo se lo demostró, sino que en algunos de esos enfrentamientos estábamos mi hermana y yo delante. Recuerdo un día que estábamos en casa de mi abuela materna y no sé porque, quizá fuese a recogernos o a llevarnos no lo sé, pero se presentó allí mi abuela histérica e insultando a gritos a mi madre. Mi abuela materna nos metió dentro corriendo y nos quedamos detrás de la puerta con mi abuela obligándonos a no asomarnos y a taparnos los oídos, así estuvimos hasta que mi abuela paterna se fue y mama entró en casa.

Creo que el punto más alto de rabia hacia ellos fue cuando todo hizo «boom». Hasta el momento nunca nadie nos preguntó si pasaba algo en casa, o si mama estaba bien, o si estábamos bien viviendo con ella… nadie, ni siquiera mi padre. Hay que reconocer que mi hermana y yo nos comportábamos de tal forma que parecía no pasar nada, podíamos haber estado todo el día discutiendo con mama o encerradas en la habitación porque mama no paraba de discutir con su pareja, que cuando salíamos a la calle hacíamos que no pasaba nada. No sé cual era la sensación de mi hermana, aunque estoy segura de que si la preguntase me diría algo similar, pero para mi era como si tuviese dos vidas: la vida en casa de discusiones, gritos, malas palabras, mama todo el día metida en la cama, etc; y la vida de fuera donde todo lo de casa se dejaba atrás. Como nunca nadie nos preguntó ni intentaron indagar ni nada, yo creía que nadie conocía el problema de mama, llegué a creer que era una cosa que había aparecido después del divorcio, pero estaba muy equivocada. 

silueta grupo familia

Cuando todo hizo «boom» y se «supo» el problema de mama y la situación que teníamos en casa, de repente todos, que nunca nos habían dado pie a pensar que sabían nada, opinaron del tema y afirmaron saber que algo pasaba. De un día para otro todo en lo que creía se desvaneció. Recuerdo que odiaba que la gente me hablase del tema o que me preguntasen por ello, sentía que ahora ya no tenía sentido. Odiaba que me contaran que toda esa parte de mi familia debía ser igual y que todos debían problemas con el alcohol, incluida mi abuela que ya estaba muerta y la cual siempre ha sido y será la mejor persona que he conocido en toda mi vida, o que se atreviesen a juzgar la forma en que nos había cuidado mama cuando ellos sabían que ella bebía y no hicieron nada para intentar estar más cerca nuestra, o mi padre que aún sabiendo lo que ocurría no quiso hacerse cargo de nosotras y nos veía de pascuas a ramos un ratito al día. Decir que estaba perdida era decir poco, estaba mal, muy mal, además mi hermana se marchó, por lo que además de sentirme así me sentí abandonada por la que en ese tema era mi mayor apoyo. Me agarré a quien en aquel momento era mi novio, quien pese a la inmadurez que teníamos en aquella época, fue un buen bastón para que no me hundiese.

Con el tiempo la cosa se estabilizo. Gracias a uno de mis tíos acudí a los Servicios Sociales de mi barrio quienes me derivaron a María, mi psicóloga. Con ella, y supongo que también con la madurez, deje de odiar y de sentir rabia por el tema, aunque os reconozco que si me paro a pensarlo me duele, sobre todo por mi padre, quién creo que debería haber estado, como mínimo, pendiente de sus hijas.

A día de hoy solo mantengo relación con la familia de mi padre y la verdad es que es una muy buena relación. Casi todos los sábados nos juntamos a comer en casa de mis abuelos. Se que es algo que el día que no ocurra echare mucho de menos. Creo que casi todos mis tíos saben más de mi y de mi vida que lo sabe mi padre, pero bueno, es algo que creo que ya he asumido y que ya apenas duele, por lo menos no tan a menudo.

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