Y es que da igual el tiempo que haya pasado o toda la distancia que hayas recorrido, tarde o temprano el pasado siempre vuelve.

En el último mes he tenido demasiados reencuentros con el pasado. Ha habido de todo: reencuentros que me dejan con ese mal sabor de boca que todavía no sé muy bien como eliminar, reencuentros que me crean un nudo en el estomágo que sé que pasará pero ahoga, y reencuentros que me hacen temblar pero acaban a deshoras.

La verdad es que no me gusta, no me gusta esa sensación de saber que algo del pasado vuelve a estar en mi presente. Sé que hay veces que ese reencuentro puede convertise en un buen presente, pero la experiencia, al menos la mía, me dice que la mayoría de veces no es así. La mayoría de las veces el pasado sólo vuelve para activar todos mis sentidos y todos mis recuerdos, recuerdos que a veces duelen mucho y vuelven a mí.

Es curioso como unas simples llamadas consiguen hacer que vuelva a cuando todo ocurrió. Un simple gesto que como mucho duró un minuto, a mi me ha hecho retroceder tres años. Sé que no soy la misma persona que se enfrentó a aquello, sé que he crecido y he aprendido muchísimo, pero me he vuelto a sentir así. El miedo, los nervios, la pena, la culpabilidad…todo aquello con lo que llevo luchando todo este tiempo volvió para darme de ostias en tan sólo 1 minuto.

Quizá es que soy demasiado radical y tengo que desaprender a no dejar el pasado en dónde se quedó, o quizá es que todavía tengo mucho camino que recorrer para curar esas heridas que dolieron tanto. No lo sé, sólo sé que no me gusta.

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